«Akâraku» quiere se refiere literalmente al que tiene la cabeza caliente. Es el que se enamora perdidamente o, en general, se deja llevar por sus pasiones sin razonar y se expone a graves pérdidas.
Normalmente, la persona dominada por el «akâraku» es inatajable y no entenderá razones. Se aplica también a las “calenturas” por las apuestas, en cuyo caso el timbero apostará hasta lo último que tiene; o por las mujeres, cuando el hombre llegará hasta su perdición detrás de la pollera. O también por las bebidas, en cuyo caso será atrapado hasta su ruina por el vicio. En suma, un «akâraku» es alguien que toma decisiones en caliente.
Se dice que habitualmente no se puede contradecir al que tiene estos pensamientos de elevada temperatura. Por ejemplo, si un joven tiene «akâraku» por el matrimonio, no hay que argumentarles en contra.
El dicho popular al respecto dice que no se puede contrariar al que quiere casarse, ni al que quiere comprarse un auto.