Mucho antes de las letras de bolero contra la velocidad, el auge de la comida slow, el turismo slow e incluso la vida slow misma, el paraguayo ha sentenciado ancestralmente lo siguiente: “Nda’ipóri apúro, he’i kure mboguataha” (Literalmente: ‘No hay apuro, dice el que hace caminar al chancho’).
Es que los porcinos -por ejemplo, a diferencia de una tropa de novillos- son muy difíciles de trasladar, porque son unos animales sumamente distraídos y poco obedientes. Además, claro está, de muy barullentos. De modo que al guía de una manada de cerdos no le queda otra que la práctica acendrada de la santísima paciencia.
Pero no es la única advertencia guaraní contra la velocidad. Los excombatientes de la guerra del Chaco solían repetir:”Ojapuráva opytapáma va’ekue Boquerónpe” (Los apurados ya se quedaron todos en Boquerón).
Otras expresiones paraguayas del mismo tenor son: “Apúrope, ni tembo nahatâi” (a los apuros, ni el pene se endurece), “Apúrope, ni mbaipy nahatâi” (en el apuro, ni la polenta se endurece), “Apúrope, pira (o jakare) jepe ojahoga” (en el apuro, hasta el pez -o el cocodrilo- se ahoga). Y también el consabido: «mbeguekatu mbó jo’ópe».
En español, la expresión equivalente más utilizada es “el que se apura se ahoga”, así como “lento pero seguro”, o la conocida frase atribuida a Napoleón Bonaparte, cuando daba instrucciones a su ayudante:“Vísteme despacio que estoy apurado”, expresión que en latín decía, supuestamente, el emperador Octavio Augusto: “Festina lente” (‘Apresúrate lentamente’).