“Haléro” se denomina al entusiasta que anima a los demás sin implicar necesariamente el esfuerzo o riesgo propio.
Generalmente su protagonismo no va más alla; es decir, es puramente la motivación o incitación para que otros actúen, de modo semejante a las hinchadas o barras que apoyan a sus equipos deportivos. En suma, mucha verba, poca acción: para eso están los otros.
Una anécdota muy difundida es la de un muchacho que pretendía entrar sin pagar a un festival de música; como no le querían dejar pasar inventó que él era el «haléro» de los artistas que iban a actuar.
El controlador le preguntó cuál sería su función, a lo que respondió: «Y… yo les digo ‘hale’ y ellos empiezan a tocar».