Ocurre todo el tiempo: Creamos con nuestras propias manos un monstruo del cual siempre tendremos ocasión de arrepentirnos.
En la ficción, es famoso el caso de Víctor Frankenstein, hacedor de una criatura que a la postre le horrorizaría mortalmente a su autor, según la obra de Mary Shelley.
En la historia, el emperador Julio César fue traicionado y asesinado por su hijo adoptivo, ayudado por otros connotados conspiradores. “¿Tú también, Bruto, hijo mío?”, fue su inmortal frase, mientras su creación le hundía el puñal. Otra versión de lo mismo serìa aquello de «cría cuervos y te comerán los ojos».
La sabiduría guaraní también acogió este tipo de situaciones y advirtió oportunamente, esta vez, recurriendo a una figura ganadera. Por eso, el paraguayo, cuando se da cuenta de que está a punto de generar su propio perjuicio, suele reflexionar: “Che ári guarâ jeýnte, he’i aipo vaka imemby tóroramo” (‘Otro que se me va a subir encima, diría la vaca cuando da a luz a un toro’).
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