Don Florentino Jiménez es uno de los expertos en tata ári jehasa (caminar sobre el fuego). Esta es la prueba más dura de la festividad de San Juan y también una de las que va desapareciendo lentamente. La caminata es un ritual que implica una promesa o un agradecimiento. En sus inicios -cuenta- hacía enojar mucho a su mamá, pero siguió por décadas con la tradición, recorriendo diversos puntos del país.
En plena pandemia la fiesta de San Juan no es la misma para nosotros. A pesar de que disfrutamos de las comidas típicas como el mbeju, payagua, chipa asador o kabure… Todos extrañamos las grandes aglomeraciones con toro candil, pelota tata y muchos juegos de San Juan como paila jeherei, yvryra syi, entre otros.
Especialmente en Paraguayología nos hemos interesado en la tradición del tata pyĩ ári jehasa (caminar sobre las brasas). Conversamos con Don Florentino Jiménez, quien es oriundo de la compañía Ypucu, en Caacupé. Toda su vida hizo su pasarela de tres veces sobre los troncos en llamas. La gente que lo conoce dice sobre él: “impresionante como bailaba sobre el fuego. Y luego extendía él mismo las brasas para caminar de un lado a otro y terminar su ritual”. Hoy tiene 70 años.. Desde muy joven se interesó en demostrar su valentía al cruzar el fuego en la fiesta de San Juan. Primero fue ante sus amigos y luego como una demostración de fe.
“Cuando era mita´i nos íbamos todos los vecinos a la fiesta de San Juan. Y nos desafiábamos entre nosotros para ver quien salía mejor en el tata ári jehasa. Con el tiempo, mi mamá que era muy devota y me retaba. Ahí se manifestó mi fe y creencia en el señor San Juan y todos los años pedía un deseo. Hacía mi promesa e iba a cruzar sobre las brasas para presentar mis agradecimientos”.
Cuenta que la noche del 23 de junio iba recorriendo de fiesta en fiesta en su comunidad. También ha participado en distintos lugares donde lo invitaban como Ciudad del Este, Caaguazú y Misiones. Por ahora, permanece en Yhu (departamento de Caaguazú) donde vive con una de sus hijas.
Relata que para que todos puedan verlo siempre preparaba su pantalón y un abrigo blancos si amerita el frío. “Últimamente tenía una camisa almidonada de ao po’i. Es lo que me prepara mi hija para mis recorridos en las fiestas, (antes de la pandemia). En una noche he visitado Vaquería, Yhu, Toro Blanco y hasta en el polideportivo de Caaguazú”.
Comenta que después de pasar por el fuego, muchas personas se acercan a preguntarle como es que consigue pasar tantas veces sin ninguna quemadura. “Mi respuesta es la misma: gracias a Señor San Juan”, puntualiza.
Los más fervientes devotos suelen hacerse la típica pregunta de si San Juan dice que sí o San Juan dice que no. Las personas que realizan la prueba de pasar por las brasas tienen como propósito justamente esa prueba de fe. Esta creencia es entendida como el bien o el beneficio recibido y que a su vez representa la promesa cumplida.
Muchas personas realizan la promesa cuando confían en que sus suplicas. Puede ser por un niño enfermo, por un pariente o tan solo sea para lograr la prosperidad y la abundancia en un negocio serán atendidas. “Entonces, hacen la prueba de San Juan. Le hace saber a San Juan que, al pasar por el fuego, él o ella está cumpliendo su promesa. Es el cumplimiento de la promesa para todos los creyentes. San Juan es una fiesta del sol y el fuego”, afirma Clemencia Rodas, devota de San Juan.
El profesor David Galeano Oliver relata cómo era la tradición. “El día 23 de junio, antes de oscurecer, se debe encender una vela y cuando esté a punto de derretirse completamente. Con ese resto, deberán encenderse las leñas. Las leñas deben ser de kurupa’y. Cuando estén al rojo vivo, las brasas deben esparcirse en el suelo. Quien cruzará sobre las brasas deberá hacerlo tres veces. Y debe ofrecerlo a San Juan diciendo “nderérape Karai San Juan – En tu honor Señor San Juan”.
No se deben dejar que las brasas se llenen de cenizas. Por eso, cada tanto deben esparcirse nuevas brasas sobre el suelo, afirma en su blog Guaraní Ñe’e.
Fernandito Yaguaron, un estudioso de la cultura popular, afirma que las actividades de las fiestas de San Juan son una mezcla de distintas culturas. Y explica al respecto que el sol invicto, del primer mes del año calendario es junio en la cultura romana. Y coincide con la fiesta del 24 de junio. Y el juego del Judas kái viene de los fantoches españoles. Y luego los juegos son unas reminiscencias de las antiguas romerías. Estas iban de pueblo en pueblo y utilizaban las romanas para pesar los productos como remedios, especias, comidas, aromas, sabores y gustos.
Continúa afirmando que “los juegos rituales practicados en este tiempo es un momento en que el cielo y la tierra se encuentran. Los espíritus están cerca de los hombres y dialogan y se ayudan en un frenesí de inexplicables experiencias. Los juegos que llamamos tradicionales son una serie de acontecimientos. Nos ayudan a observar con otras lógicas la vida ordinaria y a mantener la vigilancia sobre nuestra trascendencia y nuestra vida espiritual”.
“Estas fiestas, que se basan en las más antiguas costumbres ancestrales. Tienen como gran protagonista al fuego, a su alrededor y con su concurso se hacen muchas de las prácticas. Incluyen caminar sobre las brasas, el Judas kai y la pelota tata que especialmente era como una partida para «echar suertes». Así rendían tributo al sol y purificaban los pecados del hombre”, sostiene.
Las diversas prácticas como adivinar los amores, la preparación de amuletos y talismanes y también pedir y ofrecer dones a los espíritus. Los devotos hablan de una generosa intercesión de los santos con su Dios cristiano.
San Juan es el único Santo con dos festividades. La Iglesia católica conmemora a san Juan Bautista en dos días: el 24 de junio su natividad y el 29 de agosto su decapitación.
La fecha de junio coincide con el solsticio, que tiene su origen latino en SOL SISTERE, sol quieto. Son aquellos momentos en que el Sol alcanza su máxima declinación en el norte en junio y máxima declinación sur, en diciembre.