El que tiene los labios pronunciados, hinchados. Era el apodo o “marcante” que se aplicaba a Stroessner generalmente por parte de los opositores. Es un término que obviamente nadie del entorno se hubiera animado a usar delante del dictador.
El dictador era objeto además de otros apelativos como por ejemplo: «el rubio», «tiranosaurio», «el tira» (por tirano), «el general», «tembelín», «general valijera», «cadete de Boquerón» o bien «dictador». En cambio, sus partidarios le decían «el segundo reconstructor», «constructor de la paz», etc.
Sus colaboradores principales tampoco se salvaban de los sobrenombres durísimos -como el caso de «ñandejára taxi«- que les aplicaba la gente, principalmente desde los ámbitos opositores.
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Yo prefiero llamarlo «Mborius», para no discriminarlo por su defecto físico, de lo cual no es culpable. Stroessner sólo fue culpable de su horrendo genocidio perverso