Facunda, la última musa de Emiliano R. Fernández

Emiliano R. Fernández, gravemente herido, fue internado en el hospital Militar donde conoció a su «Arasy memby tee» (hija de la virgen). La historia fue investigada y rescatada por el historiador Arnaldo Meza, quien relata a Paraguayología cómo fueron los últimos días del más grande poeta popular paraguayo.

Por Luis López Nery Huerta

Son las tres de la tarde del 25 de enero de 1949. Facunda, una hermosa y joven enfermera entra a la última habitación de su recorrido en el Hospital Militar. Está contenta y no porque esté por terminar su turno. Facunda, dedicada en cuerpo y alma a sus pacientes, admira profundamente a este. Se trata de nada más y nada menos que del célebre Emiliano R. Fernández, internado aquí desde el 3 de noviembre de 1948, cuando recibió un disparo a traición.

La admiración es recíproca, Facunda lo sabe. Lo ha descubierto admirándola mientras ella hace su trabajo, fingiendo estar dormido para no incomodarla. Facunda le sigue el juego y finge también no darse cuenta. Por dentro, su corazón explota de emoción; por fuera, su rostro intenta disimular la inmensa alegría que se acumula, como la luz en sus hermosos ojos color almendrado y en su preciosa sonrisa, adornada finamente por un lunar en la comisura de sus labios. 

Llegó el momento de cambiar los vendajes del paciente. Acostumbrada ya al ritual de su artista enamorado, ella lo hace todo con una dulzura única. Emiliano no ha perdido el hábito de escribir y siempre se duerme abrazado a su libreta de notas. Facunda levanta suavemente la mano del poeta y retira el cuaderno. Cuando está por dejarlo en la mesa contigua, una palabra llama su atención y la ansiedad gana. Facunda se convierte así en la primera lectora de uno de los últimos poemas de Emiliano, dedicado precisamente a ella, su virgen yaguaronina, su Arasy Memby Tee.

Esta escena pudo haberse dado o no. Según el profesor Arnaldo Ramón Meza Colmán, investigador y gran conocedor de la vida y obra de Emiliano, no existe registro de que el poeta le haya dado a conocer a su última musa el hermoso poema que escribió en su honor, por lo que nos queda el recurso  de imaginar ese momento único, en el que ella ve retribuido todo el cariño con el que trató a su paciente en un poema.

Facunda Velázquez, la última musa de Emiliano

Una exhaustiva investigación del profesor Meza logró recoger datos acerca de la vida de la tierna enfermera. Por su trabajo, sabemos que nació en Yaguarón, “la cuna de la mitología guaraní”, el 27 de noviembre de 1919, “según consta en su cédula de identidad, expedida el 3 de octubre de 1947”.

Facunda, la última musa de Emiliano R. Fernández.

Sabemos también que sus padres fueron Don Cecilio Velázquez y Doña Eugenia Marecos, mientras que sus hermanos fueron Silvestre, Lorenzo y Buenaventura Velázquez Marecos. Todos estos datos fueron recogidos por el profesor Meza de los registros oficiales que constan en la ciudad de Yaguarón.

Con respecto a la estadía del poeta, sabemos que estuvo internado desde el día en que recibió el disparo en la espalda, el 3 de noviembre de 1948, hasta su alta, el 31 de enero de 1949, apenas 8 días después de haber firmado el poema en honor a Facunda. Había recibido, según consta en los registros del hospital recogidos por el profesor Meza, “un disparo de revólver calibre 44 que le provocó una herida penetrante en el tórax, que le tomó la médula y esto le produjo la paraplejía”, lo que obligó a los médicos a colocarle una sonda urinaria. Este cuadro, colocó al célebre paciente en la necesidad de una atención muy especial, que afortunadamente encontró en Facunda.

En su investigación, el profesor Meza destaca que, según su foja de servicio, la yaguaronina “prestaba servicios en el Hospital Militar Central de Asunción desde hacía algún tiempo, destacándose nítidamente por sus habilidades de comunicación, atención a los detalles y respeto.  Estaba engalanada de las destrezas interpersonales indispensables, para el cumpliendo del milenario Juramento Hipocrático”.

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De su ficha policial, el profesor Meza obtuvo datos acerca de la apariencia física de Facunda, que explican también en parte la admiración del poeta. “Además de todas estas cualidades, la naturaleza la arropó de una belleza singular. Facunda era de cutis trigueña; nariz recta; boca, cuerpo y labios medianos; largo cabello castaño oscuro; frente ondulada; mentón saliente y ojos almendrados, que reflejaban una increíble ternura en su mirada.

De talla pequeña, cejas oblicuas y orejas medianas, llamaba la atención un simpático lunar en la comisura de sus labios que hacía imposible dejar de observarla cuando sonreía”.   

Emiliano R. Fernández.

Para el profesor Meza, la belleza y la abnegada entrega a su labor de Facunda, despertaron la inspiración de Emiliano, quien sufría de un notable adormecimiento en los últimos años de la década de los 40. Tras más de tres meses de internación, Emiliano compuso esta hermosísima poesía en guaraní, dedicada a su “hija de la Virgen”. Aquí, la poesía en su idioma original y en español, en una traducción del profesor David Galeano.

ARASY MEMBY TEE

HIJA DE LA VIRGEN (Traducción del Profesor David Galeano)

Sapy’ántepara’e jajuhu ko yvy arapýpe

De manera inesperada encontramos en mundo

Jahecharamo asyetéva ñane ánga yvyturã

Un tesoro preciado que refresca nuestra alma

Ajevérõ che kuehénte aimehágui mba’asýpe

Y a mí me pasó ayer estando yo enfermo

Oĝuahẽ che akãngytápe ko Arasy membykuña

Sentí que llegó a mi lecho esta inmaculada mujer

                   II

Ndijavýintema upérõ che pytu ahekyimivéva

Me pareció inclusive que la respiración mejoré

Aimo’ãntemavoi apu’ãtava aĝaite

Y pensé que ya levantarme podría

Añandúva che angapýpe panambícha opereréva

En mi alma yo sentí una mariposa aletear

Ima’ẽ ha ipukavýnte ojora che rekove

Que con su mirar y sonrisa liberaron a mi ser

                   III

Ha oguemíntejera’e mimbipa yvotytýgui

Hasta las flores perdieron su brillo encantador

Ha ha’éntema yvy apére oikomíta ohesape

Y ella solamente la creación alumbraría 

Pevarãmaje ogueru hesakuéra yvagapýgui

Y a ese efecto sus ojazos trajeron del cielo

Ko’ã mba’e ojajaipáva ndijavýi mbyjako’ẽ

Flameantes cual inigualable lucero

                IV

Itenondévo kuarahýgui arambypýpe omimbíma

Adelantándose al sol en el horizonte ya brilla

Ha hayvi imotenondévo ysapy yvága ryakuã

Y cual preludio la olorosa llovizna de rocío cae 

Oikuaáguima ouha Tupãsy Jaguaronína

Anunciando la llegada de la Virgen Jaguaronína

Aipo Yvytyrokáigui mborayhu rerekuarã

Desde esa serranía como patrona del amor

                    V

Haguevéva guyrakuéra ko’ẽjúrõ omyeryakuãma

Las aves de hermoso plumaje anticipan la alborada

Purahéipe omombe’úma ko mba’e ikuaasépy

Con su canto ya anuncian a tan hermoso ensueño

Ha che apáy rehe ahecha ha añandu avei akueráma

Y yo al despertar veo y siento que he sanado 

Che rete opytu’úma nosẽvéima che ruguy

Mi cuerpo descansado ya dejó de sangrar

                VI

Tupãsy Jaguaronína ndepotyva’ekue rejúvo

Virgen Jaguaronína que florecida llegaste

Nde resa mburukujápe remyatãvo mborayhu

Con tus hermosos ojazos a vivificar el amor

Anivékena reho anivékena ikatúrõ

No te vayas, te lo pido por favor

Ne rembe márõ oheréi mimbipapegua yvytu

Que tus labios no acaricien a la brisa sosegada

               VII

Ha nga’ura’e avei oĝuahẽ ipyasýva ára

Y ojalá también llegue el nuevo día

Ñemuña va’erã kyvõgui ha resẽnte reveve

Por acá y solamente salgas a volar

Opytáne akãnga’úpe peteĩ nde rayhupára

Turbado quedará un devoto enamorado

Rekañýre akãhatãgui Arasy memby tee

Por tu sutil evasión Hija de la Reina del Cielo

                  VIII

Isãsóne mbaraka guyrakuéra iñe’ẽngúne

Se soltará y enmudecerán el trinar de las aves

Kuarahy hypy’apáne ha araípe oñeñuã

El sol se helará y se abrigará con las nubes

Ka’aysa poty ipirúne ha jasy ojeguarúne

Las flores silvestres se marchitarán y la luna se fastidiará 

Sapy’ánte neko’ẽrõ reñopẽ ne angaiparã

Si amaneces encauzando tu alma a la maldad

Alta y últimos días de Emiliano

Tras haber recibido el alta médica, Emiliano se trasladó a la residencia de sus ya ancianos padres en el barrio Ysaty de la ciudad de Asunción. Allí, el poeta, en su compleja condición de salud, no pudo recibir la atención adecuada, teniendo en cuenta que para aquel entonces sus padres ya superaban los ochenta años.

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Explica el profesor Meza, que en tal situación “su salud volvió a deteriorarse y para setiembre, Emiliano había sido nuevamente trasladado al Hospital Militar, donde fue internado en la Sala de Oficiales y falleció allí el 15 de septiembre de 1949 a las 4:25 de la mañana, después de muchos padecimientos”. 

En base a la investigación realizada por el profesor Meza, la causa de muerte del gran poeta del pueblo fue una condición denominada “caquexia”, que consiste en la pérdida extrema de peso corporal y que en casos graves puede alterar el funcionamiento de órganos vitales. Esto, sumado a la paraplejía y las consecuencias sobre el organismo, las múltiples infecciones que acarrea el cuadro, además de la falta de atención adecuada tras su alta, convirtieron a Emiliano en un paciente sumamente delicado.

Para el profesor Meza, no quedan dudas de que además de su exquisita pluma y sensibilidad, Emiliano R. Fernández era un ser absolutamente extraordinario, dotado hasta de la capacidad de predecir su propio destino. Esto, a juzgar por un poema escrito ya en 1927, denominado “Hogar ingrato”, en el que predecía con increíble y dolorosa exactitud cómo serían sus últimos días y su “destino irremediable”.

Hogar ingrato

En alas de la brisa que cruza a cada instante

Quisiera yo enviarles al son de mi Laúd

Que lleve como un reto mis quejas incesantes

Lanzadas al impulso de amarga ingratitud

Hermanos y parientes de mí ya se olvidaron

Y encuentro en los extraños amigos de verdad

Los míos mis parientes hoy todos me dejaron

Allá en el negro abismo de mi fatalidad

Las horas van pasando llevando lo que ha sido

Recuerdos de mi infancia mi gran felicidad

Hoy duerme mi existencia en sombras del olvido

La horrible pesadilla de negra enemistad

Y siempre prisionero en lazos del destino

Viviendo en mi memoria la dicha que pasó

Buscando entre vosotros algún grato camino

Mas, toda mi esperanza en humo se trocó

No ignoro yo el fin triste que el Todopoderoso

Con la diestra severa marca a mi vivir

Mi corazón hoy pueblan fantasmas pavorosos

Que dicen de mi amargo, mi negro porvenir

Que en alas de los vientos les llegue a mis parientes

El dolor de este noble y enfermo corazón

En pago del olvido que gravita inclemente

Sobre el ritmo perdido de mi errante canción.

 “El realismo nos avisa que el sufrimiento es una parte consustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos, la vida quedaría incompleta” Viktor E. Frankl.

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1 comentario. Dejar nuevo comentario

  • Mariano González
    27 de junio de 2021 03:14

    Con estos dos poemas Emiliano R. Fernández, el mariscal de las letras paraguaya dejó constancia de la ingratitud de su propia familia, en su último momento encontró consuelo en hada de extrañas personas, no aparecieron sus hijos, muchos menos Belencita, tal es así que su última obras poéticas: Arasy Memby tiene, Vy’aguirei y mi Pluma, entregó a don Pedro Encina Ramos para que le haga el favor de dar a Okarapotykuemi para difundirlo, cabe acotar que su madre doña Bernarda Rivarola ya era centenaria y ya muy poco se movía y, no podía más asistir a su único adorado hijo

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