En este día de la polca paraguaya que se celebra cada 15 de septiembre en recordación a la fecha de fallecimiento de Emiliano R. Fernandez y Luis Alberto del Paraná recopilamos temas que describen las características de las mujeres de una veintena de compañías, pueblos y ciudades, en la visión de los compositores. Este es nuestro primer resumen.
“Pero por siempre la pilarense más deliciosa”. El poeta Carlos Miguel Giménez cantó a sus compueblanas de la capital del Ñeembucú y de paso alabó a mujeres de una docena de localidades más, resaltando la cualidad de cada una, pero en esa selección omitió a las cordilleranas, por lo que posteriormente -tras reclamos- decidió escribir una dedicatoria especial para “el ángel de la sierra”.
“Flor de Pilar” repasa las distintas cualidades de las compatriotas de diversas zonas del país, pero en realidad es un recurso poético para terminar elogiando prioritariamente, al final de cada estrofa, a “la hechicera de la ribera del Paraguay”, la que es “más dulce, gana y seduce, la del Pilar”, porque tiene “la gracia llena de magia en su sonrisa”, etc.
LA GUAIREÑITA, UNA ROSA
El ñeembuqueño compara en rima a la asuncena con una “blanca azucena”, mientras piropea a las damas del primer departamento: “es primorosa cual mariposa la concepcena”. (La mujer norteña, en tanto para Emiliano es calificada como “lozana concepcionera”). Yendo hacia Villarrica, Carlos Miguel cantará a la “preciosa como una rosa la guaireñita”. No quedará atrás la caazapeña “dueña de un raro hechizo”.
Y si engalana la villetana en su agreste huerto porque natura le dio hermosura de Amambay, dice otra estrofa. Además, en Puerto Pinasco (departamento de Presidente Hayes) está “el jazmín del Chaco mi adoración”.
“Luce y destella como una estrella la encarnacena/Joya que brilla desde la orilla del Paraná”, es la dedicatoria que alcanza a las itapuenses, mientras la de Misiones viene a ser “la serena virgen morena”.
En tanto, Emiliano también hizo su propia descripción de la mujer de Misiones en las letras de “Tu ausencia”donde canta: “Trigueñita misionera/la de perfume de rosa/alma pura y candorosa/nemombyry chehegui”.
LA LUQUEÑA MARAVILLOSA
¿Y cómo es la luqueña para nuestros poetas? “Mi alma sueña con la luqueña maravillosa”, escribe Carlos Miguel Giménez. En tanto, Darío Gomez Serrato se enfoca en una mujer particular de Luque, la chipera, a la que describe como de ojos muy negros (hesa hûeteva), con flores en el pelo (clavel, romero ha pacholi), descalza y labios delgados.
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Los versos fueron dedicados a Luisa Riquelme, jovencita entonces, a quien el poeta conoció en una calurosa siesta de 1922, justamente al bajar del “tren las 12” en la estación luqueña ella le ofreció chipas, cuenta Mario Rubén Alvarez en su libro “Las voces de la memoria”. La musicalización de “Chipera Luque” estuvo a cargo de Emilio Bobadilla Cáceres y Agustín Barboza.
La mujer de Paraguarí es “la lozana dalia serrana” para Carlos Miguel, quien a su vez compara a la trigueña carapegueña con el Mburucuyá. Pero otras musas del departamento recibieron distintas alabanzas, como la de Antonio Ortiz Mayans, quien describió a las mujeres de Quyquyhó que son “buenas y bellas y siempre frescas cual amambái, tan hacendosas y tan humildes, peicha iporâva ko ndahetái” (pocas mujeres hay así de bellas).
Aguai’y, otra localidad del noveno departamento, tiene mujeres comparadas con una estrella, en los versos de Juan Manuel Avalos. “Neporâ ha nepotî, rehesape ha remimbi” (eres hermosa, límpida, alumbras y brillas), dice la letra de “Che lucero Aguai’y”. El lucero es como conocemos popularmente al planeta Venus.
En tanto, otra polca homenajea a la mujer de la compañía Guavira, “Caballero pueblo” (también departamento de Paraguarí) fue escrita por el mismo Emiliano R. Fernandez. “Che kamba porâ ijao hûmiva ryakuâ porâite, Guavira Poty” (mi morena de vestido negro, de bello aroma, flor de guayaba).
LA MUJER CORDILLERANA
En tanto, la cordillerana (no especifica de qué ciudad) es una “virgen blanca de ojos negros”, una “heroína laboriosa de belleza natural”, “un angel de la sierra” que “aunque viva entre las piedras tiene blando el corazón”, según define Carlos Miguel Giménez. Aparte de tener una voz muy paraguaya convertida en música serrana, dirá que “en el monte ella es la santa de mi culto guaraní”.
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Un canto a Piribebuy, por su lado, dice: “tus hombres son laboriosos y tus mujeres más que bonitas” (Rudis Segovia, letras; Fausto González, letra). En Acahay (Paraguarí), Alfonzo Romero Adorno anuncia que hay muchas mujeres hermosas (“heta kuña iporâva”) principalmente en Rincón y Cerro Guy. En Yataity (Guairá), se alaban las manos de las “lindas trabajadoras” que hacen mil bordados de yvoty (ao po’i), según el canto a Yataity de Cirilo R. Zayas y Chinita de Nicola.
Blanca Celina fue la “nieve itaugueña, flor de aurora, ko’ê yvoty (flor de amanecer), capullo virgen de rosa esteña, la codiciada del kuarahy (sol)”, en los versos de Emiliano, con música de Alejandro Villamayor.
SANTANIANA HORÝVA
Hay que ir hasta Santaní (departamento de San Pedro) para conocer unas mujeres muy particulares: “Oime upépe kuña horýva ikatu’ỹva nderesarái rejujeýne he’íva ndéve jarepyrũma Tapirãkuãi” (allí encontrarás mujeres llenas de alegría, inolvidables. Te han de decir: ‘vas a volver porque ya pisaste el arroyo Tapirâkuâi”). Así escribió Federico Molas la famosa polca «Ndéve guarâ Santaní» musicalizada por Juan Galeano Morel.
En Puerto Irala (Alto Paraná) vivió esa niña Graciela, “la elegida estrella”, comparada con una flor que atrapó a un pájaro arribeño muy escurridizo. “Ajúta che pepopë” (vengo a romperme las alas), según escribió Saturnino Ramírez Grance en los versos de “Puerto Irala poty”, mientras la música fue hecha por Néstor Damián Giret. Pero –claro- no todas son alabanzas.
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Menciones a la ingrata abundan en las letras de las polcas paraguayas. “Villarrica che ciudad” relata las añoranzas de un guaireño lejos de su tierra y en sus estrofas rememora a su ex amada. “Oiméne upe che yvoty/ yma che rembiayhukue/ ambuépema hory/ na’imandu’ái che rehe” (Allá debe estar mi flor, mi amada de entonces, regalando su sonrisa a otro, ya ni se acordará de mi). Letra: Gregorio Narváez Arce, música de Andrés Cuenca Saldívar.
Una queja muy particular es la que Edmundo Medina compuso a una “Bahía Negra Poty”, dejando asentado que la culpable es ella, la joven chaqueña del Alto Paraguay. “Che ja ahátama nde hegui/ja ahecháma ne ñañaha/ha’evo ndéve ipahami/ adiós che ama adiós kamba”. (Yo me marcho porque he visto tu maldad, al decirte por última vez: adiós amada, adios morena).
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